(3): Dep. Minas, Universidad de La Serena (Chile)
INDICE
La minería, como tantos
otros procesos industriales, genera o emplea en sus procesos productos
potencialmente tóxicos, y por tanto, se puede considerar una actividad
de riesgo para la salud. Además, y esto es específico de la minería,
pone a disposición de los agentes naturales una serie de compuestos
químicos y minerales. Los minerales sulfurados, que son estables en unas
condiciones físico-químicas determinadas, propias del subsuelo,
pasan a ser inestables o metaestables al ponerse en contacto con las condiciones
atmosféricas, generando compuestos nuevos. La razón para esto
radica en las reacciones de oxidación e hidrólisis a las que se
ven sujetos en superficie. Algunos de los compuestos formados (p.ej.
ácido sulfúrico) y metales liberados (Ni, Co, Cu, Zn, Cd, Pb, Hg,
etc.) durante estos procesos son
elevadamente tóxicos o peligrosos. Por otra parte, es aceptado
que la minería proporciona las materias primas de nuestro confort
material, puesto que ellas permiten la edificación, o la
fabricación de casi todos los componentes de nuestra vida cotidiana. A
pesar de que en muchos aspectos es deseable que para estas actividades
(construcción, fabricación) se reciclen materiales residuales, ya
extraídos del subsuelo y procesados, lo cierto es que el reciclado no
alcanza a cubrir las necesidades crecientes de las sociedades modernas, lo que
obliga a seguir considerando a la minería extractiva como una necesidad
básica para la humanidad.
Como por otra parte existe
actualmente un gran interés en preservar nuestro entorno y en minimizar
los riesgos ambientales, se impone la necesidad de conocer adecuadamente las
posibilidades de que los productos tóxicos mineros se difundan en el
medio ambiente, y lleguen a los cultivos, las aguas o el aire, entrando en la
cadena trófica hasta el ser humano. En el presente tema analizaremos las
cuestiones relativas a esta problemática, y se discutirán
soluciones que tiendan a minimizar las posibilidades de que estos productos
mineros induzcan daños severos a la salud humana y al medio ambiente en
general.
1.- Análisis del Riesgo
Buena parte de los productos mineros son tóxicos,
pero ¿qué es un tóxico? Los tóxicos mineros, como
tantos otros y salvo excepciones, no son mortales con carácter
inmediato, sino que constituyen factores de riesgo para la salud. Pueden
producir determinados efectos sobre la salud, siempre y cuando se cumplan unas
determinadas premisas: la dosis que recibamos, la forma en la que lo recibimos
(tipo de exposición), o el tiempo de exposición al tóxico.
Así pues, conozcamos los factores de riesgo en cierto detalle, para
poder valorarlos adecuadamente.
1.1.- Definición y características de los tóxicos
Tóxico es todo compuesto
que produce un efecto adverso sobre la salud. Ahora bien, con esa
definición todo compuesto es tóxico, lo cual es cierto, pues como
estableció en su momento Paracelso, la
toxicidad es función de la dosis: substancias inocuas o incluso
beneficiosas para la salud, que nadie llamaría tóxicos, como el
agua o el hierro, se convierten en tóxicas a muy altas dosis, generando
la primera un desequilibrio electrolítico, por lavado de sales
básicas para nuestro organismo, mientras que el exceso de hierro produce
la enfermedad denominada hemocromatosis. Así que en la práctica
se suelen llamar tóxicas a las substancias que lo son incluso en dosis
bajas. En general llamamos venenos a las substancias que son tóxicas con
carácter letal en dosis muy bajas.
A modo de ejemplo, los metales
pueden clasificarse en dos tipos: esenciales y tóxicos. La figura 1
muestra como, a pesar de llamarse esenciales, y ser necesarios para la salud,
todos los metales tienen un umbral de toxicidad, a partir del cual producen
efectos adversos, o incluso la muerte. La Tabla 1 relaciona los efectos
producidos por deficiencias y por dosis excesivas de algunos elementos
metálicos esenciales.
ELEMENTO
|
DEFICIENCIA
|
TOXICIDAD
|
Hierro
|
Anemia
|
Hemocromatosis
|
Cobre
|
Anemia
"Tambaleo"
|
Envenenamiento crónico de Cobre
Enfermedad de Wilson-Bedlinton
|
Zinc
|
Enanismo
Crecimiento retardado de las gónadas
Acrodermatitis
enteropática
|
Fiebre Metálica
Diarrea
|
Cobalto
|
Anemia
"Enfermedad del hígado blanco"
|
Fallos cardíacos
Poliotemia
|
Magnesio
|
Disfunción de las gónadas
Convulsiones
Malformaciones del esqueleto
"Enfermedad del músculo blanco"
|
Ataxia
|
Cromo
|
Trastornos en el metabolismo de la glucosa
|
Daños en el riñón
(Nefritis)
|
Selenio
|
Necrosis del hígado
Distrofias musculares
("Enfermedad de los músculos
blancos”)
|
"Enfermedad alcalina"
"Tambaleo ciego"
|
Tabla 1.- Enfermedades producidas por deficiencia o
toxicidad de elementos esenciales
|
Pero además, como se
indica, esta toxicidad depende de la forma en la que se encuentre el elemento,
así que podemos tener por ejemplo metales esenciales que si están
formado parte de un compuesto determinado, pasen a ser tóxicos: esto nos
lleva al tema de la especiación,
del que hablaremos más adelante.
Las substancias tóxicas
pueden se clasificadas de diversas maneras: por su composición, por sus
efectos concretos, etc. Una clasificación que nos interesa especialmente
es la que establece la diferencia entre substancias tóxicas persistentes o no persistentes: las primeras corresponden a compuestos inestables,
que en determinadas condiciones pueden transformarse en compuestos de menor
toxicidad. El segundo grupo está integrado por compuestos que no sufren
transformaciones con facilidad, o no las sufren en absoluto, lo que les
confiere una gran capacidad para permanecer en el ambiente sin sufrir cambios
en su estructura y propiedades. Esto les permite transferirse o movilizarse en el ambiente sin
perder esas propiedades. La persistencia depende fundamentalmente de la
reactividad química (las substancias más persistentes son las
menos reactivas).
Otro carácter interesante
de los compuestos tóxicos es su capacidad para incorporarse o no a los
seres vivos. Algunos de ellos, a pesar de ser potencialmente tóxicos,
pasan por el organismo sin que se produzca incorporación, por ejemplo,
por no ser lo suficientemente solubles. Esto nos lleva al concepto de biodisponibilidad: para que la
substancia sea tóxica, debe poder ser asimilada durante su contacto con
el hombre u otros seres vivos. Un ejemplo de substancia de baja biodisponibilidad
puede ser el mercurio metálico en forma líquida: a pesar de ser
un elemento de elevada toxicidad, el mercurio en forma metálica se
utilizó en el pasado como laxante, sin que produjese efectos
tóxicos apreciables, debido a que su capacidad de absorción por
el sistema digestivo es prácticamente nula. La biodisponibilidad de una
substancia depende de sus propiedades químicas y fisicoquímicas,
de las del medio, y de los mecanismos por los cuales es
incorporada por los seres vivos (formas
de exposición, de las que también hablaremos más
adelante).
Otra
propiedad importante desde el punto de vista de la toxicología de
algunos compuestos es la bioconcentración,
que consiste en la asimilación neta de una substancia por un organismo a
partir del medio: por ejemplo, los organismos acuáticos desde el agua, o
las plantas desde el suelo. Este fenómeno ocurre con substancias que
tienen más afinidad por los tejidos de organismos que por el agua, por
lo que pueden alcanzar concentraciones más elevadas en organismos que en
el medio en el que se encuentran (normalmente en disolución acuosa). La
bioconcentración depende de factores tales como la solubilidad de un
compuesto en agua y en grasas. Por su parte, los factores que favorecen la
bioconcentración son la biodisponibilidad, la hidrofobicidad, y la
unión específica a biomoléculas concretas del organismo en
que se produce. Este proceso se puede medir mediante el llamado “Factor
de Bioconcentración” (FBC), específico para cada substancia
y cada organismo, y que corresponde al cociente entre la concentración
de la substancia en el organismo y en el medio. De esta manera podemos
clasificar los compuestos de la siguiente forma:
-
FBC
≤ 1 → no sufre bioconcentración
-
FBC
1-10
→ bajo
potencial de bioconcentración
-
FBC
10-100 → potencial intermedio de
bioconcentración
-
FBC
> 100 → alto potencial de
bioconcentración
Pero no todas las substancias
tóxicas biodisponibles generan o pueden generar efectos adversos a largo
plazo: en algunos casos, la substancia se excreta con facilidad, lo que limita
los posibles daños a medio o largo plazo (los efectos crónicos,
de los que también hablaremos), mientras que en otros casos, la
eliminación de la substancia que entra al organismo es lenta, lo que
implica que se va acumulando en el organismo si la ingesta es constante. Se
produce entonces un efecto llamado de bioacumulación. Se trata, por
tanto, de una acumulación neta de una substancia por un organismo,
obtenida ya sea desde fuentes bióticas (otros organismos de los que se
alimente) o desde fuentes abióticas (suelo, aire o agua). Mediante este
mecanismo la concentración de un compuesto aumenta en el organismo
expuesto en función del tiempo: por ejemplo, cuando la
concentración de una substancia es más alta en los peces adultos
que en los jóvenes del mismo lugar, se dice que hay
bioacumulación. Esta capacidad depende sobre todo de las
características fisicoquímicas y bioquímicas del compuesto,
de su solubilidad en agua, y sobre todo de su velocidad de eliminación.
Otro fenómeno es el que
puede darse a lo largo de la cadena trófica. Si los organismos que
ocupan niveles más bajos en ésta (plantas, algas) están
contaminados, y son ingeridos por otros organismos que ocupan lugares más
altos, éstos adquirirán la contaminación, y podrán
transmitírsela a su vez a los que se alimentan de ellos. Cuando en estos
eslabones de la cadena se produce bioacumulación, los organismos que
ocupan las posiciones más altas llegarán a adquirir contenidos
cada vez mayores en la substancia en cuestión. Este fenómeno
recibe el nombre de bioamplificación
o biomagnificación, y es
especialmente problemático para el hombre, como cúspide la
pirámide trófica, así como para depredadores como las
rapaces. La figura 2 muestra el caso del insecticida DDT
(dicloro-difenil-tricloroetano).
Otra cuestión sin duda
importante es conocer como se produce la incorporación de la substancia
problemática al organismo: las
vías de exposición al contaminante. Como se ha comentado previamente,
hay vías de exposición muy variadas, en función del modo
de vida del organismo, de su alimentación, etc. Así, en los
organismos acuáticos la principal vía de exposición es el
agua, que se filtra en las branquias para la obtención del
oxígeno disuelto, y también se ingiere junto con muchos de los
alimentos que el organismo captura en el medio. Pero algunos organismos
acuáticos también interaccionan con los sedimentos del fondo,
así que ahí tienen otra posible vía de exposición a
los contaminantes. Pasando al otro extremo de la complejidad vital, el hombre
respira aire, bebe líquidos variados, ingiere alimentos (con mayor o
menor grado de manipulación de los mismos), interacciona en mayor o
menor grado con los suelos, y manipula objetos muy variados. En cada uno de
estos actos tiene posibilidades de respirar, ingerir, o ponerse en contacto
cutáneo con contaminantes. Algunos factores a tener en cuanta en el
análisis del riesgo que puede comportar un contaminante en lo que se
refiere a las vías de exposición, son los siguientes:
- Ingesta: se produce a través del agua u otros líquidos (como la leche) o de los alimentos. Es importante identificar el patrón de ingestión: la dosis por comida, el tiempo entre comidas, y la regularidad con que se produce la ingesta.
- Inhalación. Puede tratarse de gases o de partículas. En los gases lo importante es la composición; en las partículas su granulometría y la composición. Especialmente importante además es el tema de la biodisponibilidad del tóxico: cuanto más soluble sea, será también más biodisponible a través de su inhalación.
- Contacto cutáneo. El factor clave en este caso es que se produzca o no penetración del agente a través de la piel.
1.2.- Efectos de los tóxicos
Según su
definición, los tóxicos producen efectos adversos en los
organismos. Pero ¿Qué efectos son éstos?
¿Cómo se manifiestan? ¿Cuándo se manifiestan? La
respuesta no es simple, porque cada tóxico puede presentar efectos muy
variados, que además pueden depender de interacciones con otros
tóxicos, o de nuestra respuesta, que puede ser ligeramente diferente de
unas personas (u organismos en general) a otras. En términos generales,
la toxicidad puede ser de dos grandes tipos: aguda y crónica.
La toxicidad aguda es la que se manifiesta de forma más o
menos inmediata, como reacción directa a la exposición. Por
ejemplo, la primera vez que se fuma se suele toser: es una reacción del
organismo a una “agresión” puntual a nuestro sistema
respiratorio, que sería una toxicidad aguda. No tiene nada que ver con
la gravedad de la intoxicación, sino con que los efectos se produzcan de
forma inmediata. Otro ejemplo, de mayor gravedad: si respiramos en una atmósfera
que contenga determinados niveles de monóxido de carbono (CO), moriremos
de manera rápida, debido a que este compuesto es letal aún en
bajas concentraciones; así pues, nos produce una intoxicación
aguda y grave, con resultado de muerte.
La toxicidad crónica es la que se produce por una
bioacumulación de una substancia tóxica en nuestro organismo. Esa
substancia va produciendo una serie de efectos que tardan en manifestarse, no
tanto porque sea necesario que se alcancen determinados niveles en la bioacumulación,
sino porque dichos efectos se van acumulando sin que lleguen a dar origen a
síntomas claros: la sintomatología que producen no induce al
paciente a ir al médico hasta que ya es demasiado tarde. Muchas de las
substancias cancerígenas son de este tipo: favorecen determinados
mecanismos que pueden llegar a desencadenar una enfermedad de ese tipo. En
algunos casos ni siquiera hace falta que se produzca bioacumulación: por
ejemplo, determinados tipos de asbestos producen cáncer simplemente por
la inhalación de algunas de sus fibras, que con el tiempo generan la
enfermedad, sin que vuelva a existir contacto con este tipo de fibras.
Ahora bien, ¿qué
hace tóxica una substancia? La respuesta de nuevo es compleja, puesto
que también hay una gran variedad de efectos tóxicos. Algunos producen interferencia en
reacciones bioquímicas que impiden el funcionamiento de cierto ciclo,
otros producen asfixia, otros irritación de mucosas, y un largo
etcétera de posibilidades, en los que no vamos a entrar.
A la vista de lo anterior, los
efectos tóxicos se pueden clasificar en dos grandes grupos: letales y subletales, sin poder olvidar que los efectos subletales pueden
transformarse a la larga en letales. Algunos efectos subletales de los
tóxicos pueden ser los siguientes:
- Cambios histológicos o morfológicos en los tejidos. Por ejemplo, el cáncer.
- Cambios en la fisiología, como supresión del crecimiento y desarrollo, torpeza para los movimientos, etc.
- Cambios en la bioquímica del organismo, tales como en la actividad enzimática y química de la sangre.
- Trastornos del comportamiento.
- Trastornos en la reproducción.
Cada tipo de efecto
tóxico estará relacionado con la interacción
biológica o bioquímica que la substancia produzca con el resto de
substancias propias del organismo. Por ejemplo, la hemoglobina es una
molécula fundamental en nuestro organismo, puesto que es la encargada
del transporte del oxígeno, mediante su transformación reversible
en oxihemoglobina. Sin embargo, en presencia de monóxido de carbono la
hemoglobina se transforma de forma casi irreversible en carboxihemoglobina, y
pierde la capacidad de transportar el oxígeno: en concreto, la
transformación del 50% de hemoglobina en carboxihemoglobina puede
conducir a la muerte. En otros casos, la toxicidad estará relacionada
con otros cambios bioquímicos inducidos por otros compuestos concretos
sobre otras moléculas orgánicas concretas.
1.3.- Grado de toxicidad. Parámetros y umbrales.
A la vista de lo que hemos visto
hasta el momento, las substancias pueden ser más o menos tóxicas,
en función de muy distintos parámetros, de difícil
cuantificación: ya es difícil establecer de forma clara si es
“tóxica” o no, puesto que la toxicidad depende de la dosis,
así que lo mejor es establecer una gradación o escala. Para ello
se realizan ensayos de toxicidad, en los que se someten seres vivos (animales
de laboratorio) a concentraciones conocidas de contaminantes, y se observan sus
reacciones. Con ello se obtienen parámetros como:
- Dosis letal 50 oral (DL 50 oral): Es aquélla cuya administración por vía oral causa la muerte al 50 por 100 de los individuos que la reciben. Se expresa en mg de substancia por kg de masa corporal.
- Dosis letal 50 cutánea (DL 50 cutánea): Es la que al administrarse por vía cutánea causa la muerte al 50 por 100 de los individuos que la reciben. Igualmente se expresa en mg de substancia por kg de masa corporal.
- Concentración letal 50 (CL 50): Es la concentración que, administrada en el medio ambiente de la población de animales en estudio, causa la muerte al 50 por 100 de los individuos. Se expresa en mg de substancia por volumen unitario de aire o de agua y un tiempo determinado de exposición (en horas).
La Tabla 1 muestra los valores
que permiten clasificar las substancias de acuerdo con estos parámetros.
CATEGORÍA
|
DL50 Oral
rata (mg/kg)
|
DL50
Cutánea
rata o conejo (mg/kg)
|
CL 50
Inhal
rata (mg/l)
|
Muy tóxica
|
menor de 25
|
menor de 50
|
0,50
|
Tóxica
|
20-200
|
50-400
|
0,5-2
|
Nociva
|
200-2.000
|
400-2.000
|
2-20
|
Tabla 1.- Categorías de toxicidad de
las substancias
|
Por otra parte, estos
parámetros se determinan, como se ha indicado, para animales de
laboratorio, como ratas o ratones. Como elemento de seguridad se toma el
“Margen de Seguridad” (Safety
Ratio), que está basado en la dudosa suposición de que un
humano tiene la misma DL50 que un animal de experimento en relación a su
peso corporal. Ese margen de seguridad es un factor por el que se multiplica el
parámetro correspondiente, para establecer los niveles máximos de
exposición de tipo “Valores Límites Umbrales” (TLV - Threshold Limit Value). Otro
concepto más “humano” es el de la “Dosis de
Referencia” (Reference dosis,
RD), que es el índice de toxicidad que más se utiliza en la
evaluación de riesgos por exposición a substancias no
cancerígenas. Es el nivel de exposición diaria que no produce un
riesgo apreciable de daño en poblaciones humanas a lo largo de su vida.
Por desgracia, este parámetro se basa en la experiencia sobre
exposiciones conocidas, así que en muchos casos esta experiencia
corresponde al conocimiento de los niveles de exposición que ya han causado efectos adversos en
poblaciones concretas. Una RD también se puede derivar de estudios de
toxicidad en otros seres vivos, y utilizando factores de seguridad para ser
aplicados al ser humano. Esto último es lo más utilizado en el
campo toxicológico.
Una consideración
interesante es la de la sensibilidad de las subpoblaciones. Por ejemplo, las
personas mayores, las mujeres embarazadas, los bebés y niños de
corta edad, o las personas con determinadas enfermedades, son más
sensibles a determinados tóxicos que las personas de edad media.
También los trabajadores de determinados sectores pueden tener mayor
riesgo de exposición a determinadas substancias, lo que aumenta su
riesgo de contaminación.
En la actualidad, cualquier
substancia que se comercialice ha de pasar por unos ensayos de toxicidad que
garanticen su inocuidad, o permitan advertir adecuadamente los riesgos que
implica su manipulación. La realización de estos ensayos
está siendo coordinada por la Unión Europea a través del programa
REACH (Registration, Evaluation and
Authorisation of Chemicals).
1.4. Especiación
Cuando hablamos de la toxicidad
de una substancia, normalmente nos referimos a la de un compuesto
químico determinado y concreto, con una fórmula química
determinada y específica. Pero también hablamos de “la gran
toxicidad del mercurio”, o de que “el oro no es
tóxico”, asimilando que todos los compuestos de oro o de mercurio
son similares. Pero no es así, existen compuestos de mercurio de
toxicidad muy baja, como el ejemplo ya comentado del mercurio metálico
en su forma líquida, y compuestos de oro de elevada toxicidad, como por
ejemplo el tiomalato sódico de oro. Se habla en estos casos de
“especies” tóxicas del metal. Estas especies pueden ser
compuestos simples, o complejos químicos, con ligandos orgánicos
o inorgánicos muy variados.
No hay reglas fijas sobre la
toxicidad de las especies. Por ejemplo, en el caso del mercurio o del cadmio,
las especies de mayor toxicidad son las orgánicas, como el
metilmercurio, mientras que para el arsénico las más
problemáticas son las inorgánicas. Una excepción
debiera ser hecha en los casos del cloruro de mercurio (HgCl2) o del
mercurio en estado gaseoso, que son ambas especies particularmente
tóxicas. Incluso el estado de oxidación puede determinar el
carácter tóxico de un metal: un ejemplo notable es el caso del
cromo; mientras que el Cr3+ es un elemento esencial, el Cr6+
es altamente cancerígeno. Del mismo modo, las especies que contienen As3+ son más tóxicas
que aquéllas con As5+
Así pues, volvamos a la idea inicial: la ingesta,
o el contacto, o la inhalación de un compuesto reconocido como
tóxico representa un riesgo
para la salud. Este riesgo será mayor o menor en función de
parámetros muy variados, como la pertenencia a determinadas poblaciones
o subpoblaciones, las características concretas del compuesto en
cuestión, la concentración en la que se encuentre, o el tiempo
que dure la exposición. Todos ellos juntos hacen que la exposición
al tóxico pueda desencadenar o no efectos adversos, casi siempre
también en función del tiempo, que por lo general acumula los
efectos. Recordemos que casi la totalidad de las substancias de mayor toxicidad
son difícilmente excretables por el organismo, razón por la cual
tienden a acumularse en el mismo.
2.- Contaminantes mineros concretos
La minería genera
productos tóxicos, o potencialmente tóxicos (por ejemplo,
minerales que en contacto con la atmósfera se hidrolizan y generan
lixiviados con metales pesados, o acidez extrema).
Aquí vamos a repasar
algunos ejemplos, con objeto de conocer en lo posible los riesgos concretos que
pueden representar estos productos si se liberan en el medio ambiente, y se
incorporan a la cadena trófica humana. En concreto vamos a analizar dos
tipos de contaminantes: el polvo y los metales pesados.
2.1.- Polvo
El polvo es
mineral pulverizado que el aire arrastra con el viento. En concreto, durante
las actividades mineras el polvo puede tener múltiples orígenes:
- Voladuras y otros procesos de arranque o corte en mina o cantera.
- Carga.
- Transporte (y rodadura durante el transporte).
- Molienda.
- Vertido a escombreras.
- Acción del viento sobre la roca desnuda, o sobre las escombreras.
- Procesos postmineros, como la metalurgia, o la combustión de carbón.
El polvo es o puede ser
problemático por dos razones: i) por su composición; y ii) por
su granulometría. Analizaremos primero el aspecto de la
granulometría, para después analizar el de la composición,
y referirnos a los casos concretos del polvo silíceo y del asbesto.
La granulometría del polvo es importante porque hay
tamaños de partículas con comportamientos diferenciales en el
tracto respiratorio: las de diámetro superior a 10 micras quedan
mayoritariamente retenidas por éste (nariz, boca), por lo que no suelen
llegar a los pulmones. Pero las menores de este tamaño sí son
capaces de pasar con el aire a los pulmones, donde quedan retenidas en la
humedad pulmonar. Esto produce un problema importante, sobre todo con el paso
del tiempo, pues poco a poco la acumulación de las partículas va
disminuyendo la capacidad pulmonar efectiva. A estas partículas se les
da el nombre de PM10 (particulae minus
10), y habitualmente los aparatos de registro medioambientales determinan su
proporción en el aire, en mg/m3. Otro tamaño
problemático es el menor de 2.5 micras, puesto que las partículas
de este tamaño son tan ligeras que permanecen en el aire sin
sedimentarse durante largos periodos de tiempo. A estas partículas se
las denomina PM2.5, y como son también PM10, son tan
problemáticas como éstas en lo que se refiere a su acceso
respiratorio y acumulación en los pulmones. Las partículas
emitidas durante la mayor parte de los procesos mineros son mayores de 10
micras, sobre todo las relacionadas con los procesos primarios (arranque,
carga, transporte). Durante la molienda la proporción de
partículas menores aumenta considerablemente. Por último, durante
los procesos de combustión o metalúrgicos las partículas
mayoritarias son PM10, puesto que se trata de cenizas.
En cuanto a la composición, las
partículas mineras tendrán composiciones específicas
relacionadas con la de la roca o mineral explotado. Las composiciones
más problemáticas son: i) las sulfuradas, sobre todo si hay
abundante pirita, por razones que ya conocemos (facilidad de hidrólisis
de la pirita); ii) las silíceas; y iii) las que contienen asbestos.
El polvo de sílice cristalina, conteniendo partículas de cuarzo
o cristobalita (polimorfos ambos de la sílice cristalina, SiO2), provoca por inhalación continuada
la silicosis, que es una de las enfermedades laborales más antiguas, y
aun causa la muerte de miles de personas cada año. En el detalle, se
trata de diferentes enfermedades pulmonares incurables, incluyendo la fibrosis
pulmonar y enfisemas. El polvo silíceo es invisible a simple vista, y es
tan ligero que se mantienen en el aire y puede recorrer grandes distancias
afectando a poblaciones que en principio no deberían ser de riesgo. En
muchas minas la roca de caja, es decir, la roca que alberga la
mineralización, es silícea (cuarcitas, areniscas); en otros
casos, el mineral acompañante de la mena es cuarzo (caso de muchos
filones de la minería antigua), lo que hace que el polvo de muchas minas
sea de esta naturaleza. Por esta razón, la silicosis y enfermedades
relacionadas son propias de los mineros antiguos. Otras actividades que pueden
llevar al problema son la limpieza de muros con arena a presión, o la
utilización de abrasivos (contengan o no sílice) si se emplean en
materiales que contengan sílice. Las medidas de control son relativamente
simples, e incluyen el control del polvo que se puede levantar en las
actividades mineras por tráfico rodado, voladuras de roca, o
perforación, sumemos a esto el uso obligatorio por parte de los
operarios máscaras que sean “efectivas” contra el polvo.
El polvo de asbesto se ha identificado con fecha relativamente reciente como
causante de enfermedades pulmonares. Asbesto
es en realidad el término comercial que se utiliza para una variedad de
minerales fibrosos, de fibras largas y resistentes a las altas temperaturas.
Dado que las fibras de los asbestos son fuertes, de gran duración, e
incombustibles, se utilizan ampliamente en la industria, principalmente en la
construcción, como materiales aislantes, e ignífugos. La
inhalación prolongada de estos materiales por razones laborales puede
llevar al desarrollo de: 1) asbestosis (disminución de la capacidad
pulmonar); 2) mesotelioma (un tipo de cáncer raro que se desarrolla en
la cavidad torácica o abdominal); o 3) cáncer pulmonar. Existen
dos grandes grupos de asbestos, con características, y riesgos de salud
diferentes: los asbestos anfibólicos y los asbestos crisotílicos.
Los asbestos anfibólicos (de mayor peligrosidad) contienen más
hierro, y resisten los ácidos y altas temperaturas, por lo que se utilizan
en hornos industriales y sistema de calefacción. Dos especies comunes se
derivan de variedades asbestiformes de anfíboles del tipo:
- Riebeckita (Na2Fe2+Fe3+[Si8O22](OH)2): crocidolita (asbesto azul)
- Cummingtonita ((Mg,Fe2+)7[Si8O22](OH)2) – grunerita (Fe2+, Mg)7[Si8O22](OH)2): amosita (asbesto marrón).
Por su parte los
asbestos crisotílicos se utilizan en materiales de construcción
cementantes para techos y como recubrimientos aislantes en
cañerías. El crisotilo es un mineral fibroso del grupo de la
serpentina (filosilicatos) y su composición química es la
siguiente: Mg3[Si2O5](OH)4. Estos
asbestos son prácticamente los únicos que se utilizan hoy en
día, y la razón hay que buscarla en las estructuras de estos
minerales. Los asbestos anfibólicos (crocidolita, amosita) forman fibras
tipo varilla, que penetran fácilmente en la pared pulmonar, provocando
las lesiones que degeneran en las enfermedades de tipo silicosis.
2.2.- Metales pesados
Se habla mucho de los metales
pesados, sin indicarse sin embargo, qué son, y específicamente, el
cómo y por qué son peligrosos. El término “metal pesado”
(“heavy metals”) no está
bien definido, si bien suele referirse a elementos considerados
químicamente como metales, y con peso atómico elevado, aunque
también se consideran en las definiciones otros parámetros, como
la densidad o peso específico del metal, o incluso su toxicidad. Lo que
cabe destacar desde nuestro punto de vista es que en esta categoría, y
de acuerdo con cualquiera de las definiciones, entran prácticamente
todos los elementos metálicos de interés económico, y por
tanto, de interés minero.
Como se indica anteriormente,
los metales pesados pueden ser tóxicos, como cualquier otro elemento o
compuesto. Por otra parte, y como también sabemos ya, lo que
hace tóxicos a los metales pesados no son por lo general sus
características esenciales, sino las concentraciones en las que pueden
presentarse, y casi más importante aun, el tipo de especie en que se
presentan en un determinado medio o momento. Cabe recordar que de hecho los
seres vivos "necesitan" (en pequeñas concentraciones) a
muchos de éstos elementos para funcionar adecuadamente (elementos
esenciales). Ejemplos de metales requeridos por el organismo incluyen el
cobalto, cobre, hierro, manganeso, molibdeno, vanadio, estroncio, y zinc (Tabla
1). El caso del hierro es notable entre éstos, siendo vital para la
formación de hemoglobina.
Todos
los metales pesados se encuentran presentes en los medios acuáticos (el
agua químicamente pura no existe en la naturaleza), aunque sus
concentraciones (en ausencia de contaminación) son muy bajas. Los
metales pesados pueden encontrarse en estas aguas como coloides (suspensión
coloidal), partículas minerales (sólidos en suspensión), o
fases disueltas (cationes o iones complejos). Las formas coloidales suelen dar
lugar a la formación de hidróxidos, mientras que las
partículas sólidas incluyen una gran variedad de minerales. Las
fases disueltas pueden a su vez ser capturadas por adsorción o
absorción en arcillas o hidróxidos. Adicionalmente, los
compuestos orgánicos pueden constituir fases con gran capacidad de
captura de cationes metálicos, que en ocasiones dan lugar a fases
extremadamente tóxicas (p.ej., metilmercurio: CH3Hg).
A continuación entraremos en el
estudio de los problemas ambientales y de salud humana relacionados con cuatros
casos concretos: plomo, arsénico, mercurio, y cadmio. Cabe destacar que
no analizaremos todas las fuentes de contaminación, sino que nos
centraremos en aquéllas relacionadas con
la actividad minera.
2.2.1.- Plomo
El plomo se encuentra presente
en un gran número de minerales, siendo la forma más común
el sulfuro de plomo (galena: PbS). También son comunes, aunque en orden
decreciente, la cerusita (PbCO3) y la anglesita (PbSO4).
El plomo es un metal difícilmente movilizable, y bajo condiciones
oxidantes la galena da origen a minerales estables e insolubles, como la
cerusita y anglesita:
PbS + CO2 + H2O + 2 O2 →
PbCO3 + SO4-2 + 2 H+
2 PbS + 4 Fe3+
+3 O2 + 2 H2O → 2 PbSO4 + 4
Fe2+ + 4 H+
Así, el principal riesgo
relacionado con la minería del plomo no radica en la posible puesta en
solución de este metal (precipita rápidamente como carbonato o sulfato),
sino en lo que concierne a los procesos metalúrgicos de las menas de
plomo (fundiciones). Cabe destacar que el problema con el plomo no es nuevo (ni
siquiera de comienzos de la revolución industrial). Estudios en Suecia
revelan que por lo menos el 50 % de la contaminación en suelos del
país fue depositada en períodos anteriores al año 1800.
El particulado de plomo
relacionado con problemas metalúrgicos constituye el problema principal,
pero existen otras fuentes que entrañan también una peligrosidad
extrema. En los años 90 se constató en la ciudad de Antofagasta
(Chile) que habían niños que presentaban altos contenidos de
plomo en sangre. La fuente del problema pudo ser determinada, y eran minerales
y concentrados de plomo que se acumulaban sin protección en las
instalaciones portuarias (pertenecientes a Bolivia), para su posterior
envío. Esto nos lleva a encaminar nuestra mirada también no
sólo a las fundiciones, sino a las zonas donde se acumulan minerales o
concentrados de plomo.
El particulado fino de plomo (10-100 μm) puede ser extremadamente peligroso por las siguientes razones:
·
Se adhiere más fuertemente a la piel.
- Es más soluble que el particulado grueso en el tracto gastrointestinal.
- Es fácilmente absorbible a través del sistema respiratorio.
El plomo es un metal carente de
valor biológico, es decir, no es requerido para el funcionamiento normal
de los seres vivos, por lo que no se trata de un elemento esencial, sino
tóxico (ver figura 1). Su presencia en el organismo produce dos tipos de
efectos: agudos y crónicos.
Con respecto a los efectos
agudos, los efectos del plomo sobre los adultos son poco significativos; sin
embargo, sobre los niños produce encefalopatías agudas, con edema
cerebral que puede llegar a producir efectos letales.
Los efectos crónicos se
relacionan con el hecho de que el plomo tiene un tamaño iónico
que lo hace compatible con otros iones con valor biológico, como Ca, Fe
y Zn, lo que le permite entrar en procesos biológicos, con resultados
desastrosos: entra en la hemoglobina, y en especial, puede sustituir al calcio
del apatito (fosfato cálcico) de los huesos. Esta situación es de
nuevo particularmente alarmante en los niños, que debido a su
crecimiento incorporan altas cantidades de calcio. Altas dosis de calcio hacen
que el plomo sea "removido" de los tejidos óseos, y que
pase a incorporarse al torrente sanguíneo. Una vez ahí puede
inducir nefrotoxicidad, neurotoxicidad, e hipertensión. Niveles de plomo
en sangre de 0.48 μg/l pueden inducir en los
niños:
- Daño durante el desarrollo de los órganos del feto.
- Daño en el sistema nervioso central.
- Reducción de las habilidades mentales e iniciación de desordenes del comportamiento.
A su vez, niveles del orden de
1.2 μg/l pueden inducir:
- Descenso del coeficiente intelectual (CI), que implican problemas de desarrollo cognitivo y del comportamiento.
- Déficit neurológico, que puede persistir hasta la adolescencia.
- Elevación de los umbrales auditivos.
- Peso reducido en recién nacidos, con desarrollo cognitivo temprano anormal.
En adultos
que trabajan en ambientes expuestos a la contaminación con plomo, el
metal puede acumularse en los huesos, donde su vida media es superior a los 20
años. La osteoporosis, embarazo, o enfermedades crónicas pueden
hacer que este plomo se incorpore más rápidamente a la sangre.
Los problemas relacionados con la sobreexposición al plomo en adultos
incluyen:
·
Daño en los riñones.
- Daño en el tracto gastrointestinal.
- Daño en el sistema reproductor.
- Daño en los órganos productores de sangre.
- Daños neurológicos.
- Abortos.
2.2.2.- Arsénico
El arsénico se encuentra
presente en más de 200 especies minerales, siendo la arsenopirita
(FeAsS), la enargita (Cu3AsS4), y la tennantita (Cu12As4S13)
las más comunes. Por razones no determinadas, la arsenopirita es muy
común en los yacimientos minerales europeos (p.ej., sulfuros masivos de
la faja pirítica de España-Portugal), mientras que la enargita lo
es en los yacimientos de la cadena andina, donde constituye una mena principal
de cobre (pórfidos cupríferos y epitermales de Au-Ag). La
solubilización de las formas sulfuradas de arsénico no es
fácil. Esto está muy claro en el caso de la arsenopirita, la que
por ser en ocasiones portadora de inclusiones de oro, ha constituido un tema de
numerosos estudios con resultados poco significativos hasta la fecha. La
reacción fundamental en medio ácido es:
4
FeAsS + 13 O2 + 6 H2O → 4 H3AsO4
+ 4 FeSO4
Si
además hay pirita en la mena, entonces el sulfato férrico
producido actuará de la siguiente manera coadyuvando a la oxidación-lixiviación
del arsénico:
2 FeAsS + Fe2(SO4)3 →
2 H3AsO4 + 4 FeSO4 + H2SO4
El
arsénico puede precipitar finalmente como FeAsO4.
Sin
restarle importancia al problema de la solubilización de especies
minerales arseniacales, la principal fuente de contaminación está
relacionada, al igual que en el caso de plomo, con el tratamiento
metalúrgico de los minerales de arsénico. En concreto, los
procesos de fundición de concentrados de cobre, que incluyan la presencia
de minerales arseniacales (p.ej., enargita), pueden dar lugar a intensos
problemas de contaminación por vía aérea (arsénico
que escapa por las chimeneas), en la forma de As2O3. El
arsénico que así escapa se deposita luego en los suelos del
entorno de la fundición. Dependiendo del volumen de las emisiones y el
régimen de vientos, el problema puede extenderse por decenas de
kilómetros y más. Un caso notable en este sentido eran por
ejemplo las emisiones de la fundición de Chuquicamata (Chile; operada
por la compañía minera estatal chilena CODELCO) (parte de los
minerales de cobre tratados son arseniacales), con valores de 2340 (en 1994) y
1870 (en 1995) toneladas/año. En la actualidad CODELCO (en todas sus
divisiones) tiene que recuperar al menos una parte importante del arsénico
que potencialmente sería emitido. En Chuquicamata el proceso se realiza
en una planta hidrometalúrgica que recupera el cobre, y precipita el
arsénico como arsenato férrico.
Una
vez en el medio ambiente, el arsénico presente en los suelos puede ser
disuelto y adsorbido/absorbido por las arcillas o la materia orgánica.
Muchos de estos procesos son mediados por la materia orgánica, la cual puede producir transformaciones del
tipo:
- Cambios de las condiciones de oxidación-reducción que inducen la transformación arsenito-arsenato.
- La reducción y metilación del arsénico.
- La biosíntesis de compuestos de arsénico.
Las
formas solubles del arsénico (p.ej., ácidos metil arsónico
[MMA] y dimetil arsínico [DMA]) son fuertemente tóxicas.
Intoxicación aguda, producida por la ingestión de grandes dosis,
lleva a problemas gastrointestinales, cardiovasculares, disfunciones del
aparato nervioso, y finalmente a la muerte. Recordemos que el arsénico
ha sido uno de los venenos de largo plazo más utilizados en la historia
de la humanidad, siendo Napoleón (el emperador de Francia), la
víctima más famosa. La intoxicación crónica,
producto de dosis bajas pero sostenidas (p.ej., causas laborales) superiores a
0.75 mg m-3 por año (p.ej., 15 años con
concentraciones de 50 μg m-3) pueden llevar
al desarrollo de varios tipos de cáncer, de piel, pulmón, vejiga,
riñón e hígado, así como una larga lista de
enfermedades de otros tipos, como hiperqueratosis, hipertensión o
diabetes melilítica / mellitus. Curiosamente, los síntomas que
causa la intoxicación por arsénico parecen ser distintos entre
diferentes individuos, grupos de población, y áreas
geográficas. Pulse
aquí para conocer más sobre los problemas relacionados con la
presencia de arsénico en el medio ambiente.
La vida acuática y
terrestre muestra una amplia gama de sensibilidades a las distintas especies
arseniacales. En general las formas inorgánicas son más
tóxicas que las orgánicas, y el arsenito más peligroso que
el arsenato. Los arsenitos pueden fijarse a las proteínas, mientras que
el arsenato afecta a la fosforilización oxidativa (en relación
con Ciclo de Krebs).
Los organismos marinos contienen
residuos arseniacales que van desde < 1 a 100 mg k-1, los cuales
se encuentran como arsenoazúcares (en las algas) o arsenobetaina (en
invertebrados y peces). Las plantas terrestres pueden acumular arsénico
por captación a través de las raíces, o por
adsorción de arsénico aerotransportado, en las hojas.
2.2.3.- Mercurio
El
principal mineral de mercurio en la naturaleza es el cinabrio (HgS), que
constituye la mena más importante para la obtención de este
metal. Otras formas minerales incluyen la corderoita (Hg3S2Cl2),
la livingstonita (HgSb4S8), y formas supergénicas
tales como el mercurio nativo (Hg0), el calomelano (HgCl2),
y la schuetteita (Hg3(SO4)O2).
Cinabrio
(izquierda) y schuetteita (mineral amarillo; derecha).
El
distrito minero de Almadén en España, el más importante
del mundo en términos históricos y de producción, posee
una mineralogía muy simple que incluye cinabrio como mena mercurial,
acompañada ocasionalmente de mercurio nativo (metálico).
Geología del distrito minero de Almadén
(España).
El
único mineral supergénico de mercurio reconocido en el distrito
es la schuetteita, la que aparece como pátinas o costras recubriendo
rocas en las proximidades a escombreras de mineral (mineral dumps).
El
mercurio posee una de las peores reputaciones entre los metales pesados. El
incidente de la Bahía de Minamata (Japón, años 50s-60s)
bastó para que este elemento infundiese alarma pública en todas
las regiones del mundo donde podía haber fuentes de
contaminación. Consideraciones económicas aparte, todas las
investigaciones indican claramente que el mercurio puede constituir una amenaza
para la salud humana y la vida silvestre. El riesgo viene determinado por los
siguientes factores:
- La especie de mercurio presente, ya que algunas son más tóxicas que otras, por ejemplo, la forma metilada de mercurio.
- El tipo de exposición al mercurio.
- Los factores geoquímicos y ecológicos que influencian la forma de migración del mercurio en el medioambiente, y los cambios que puede sufrir durante dicha migración.
En
lo que se refiere a las especies y
su toxicidad, vamos a hablar de dos
en particular: el mercurio metálico en forma de vapor, y el
metilmercurio.
El mercurio metálico gaseoso
puede proceder, como hemos mencionado, de emisiones por parte de diversos
compuestos de mercurio presentes en el suelo, o puede ser liberado como tal
durante procesos naturales (vulcanismo) mineros o industriales, como la
combustión de carbón. Una vez en el aire, es un gas que no tiende
a sedimentarse, si bien puede sufrir transformaciones que hagan que retorne al
suelo. El mercurio gaseoso penetra en los seres vivos a través de la
respiración, bioacumulándose y dando origen con el tiempo a una
enfermedad neurodegenerativa denominada “hidrargirismo”,
cuyos principales síntomas son temblores, aftas bucales,
hipertensión e irritabilidad. Para que esto ocurra tiene que darse una
exposición crónica a una atmósfera con altas
concentraciones de mercurio gaseoso, como la que puede haber en sitios de
trabajo cerrados y contaminados con mercurio. Llamaremos altas concentraciones
de mercurio gaseoso a aquellas superiores a 1 µg m-3, límite
superior recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS-WHO)
para exposiciones crónicas. Casos graves se presentaron en el pasado
entre los mineros que trabajan en minas subterráneas de cinabrio (caso
de los antiguos mineros de Almadén, por ejemplo). Intoxicaciones incluso
conducentes a la muerte pueden darse ente los mineros artesanales del oro,
durante el calentamiento incontrolado de la amalgama (Au-Hg) con quemadores
rudimentarios, en condiciones de escasa ventilación. Sin embargo, los mineros
no eran los único expuestos a los peligros del mercurio gaseoso, ya que
antiguamente también se producían problemas de salud en la
industria del fieltro, que utilizaba cloruro de mercurio en el proceso, y que
al sublimarse contaminaba el aire de los talleres. Esto dio lugar a la
expresión “loco como un sombrerero”, debido a que estos
artesanos enfermaban de hidrargirismo (recordar el personaje del libro de
Alicia en el País de las Maravillas).
El metilmercurio (CH3Hg) es
un complejo orgánico que se forma en suelos a partir de otras especies
mercuriales, en relación con actividad bacteriana. Es altamente soluble,
con lo cual desde los suelos de ribera pasa fácilmente a los ríos
y lagos, e incluso a los mares. Allí se bioconcentra, bioacumula y
bioamplifica a lo largo de la cadena trófica, lo que hace que los
grandes depredadores lleguen a alcanzar contenidos en este compuesto muy
elevados (ver figura X). La ingestión de peces con niveles muy altos de
metilmercurio provocó en Japón una catástrofe ambiental de
grandes dimensiones. Los pescadores de la bahía de Minamata y sus
familias desarrollaron una enfermedad que costó mucho diagnosticar
adecuadamente. A esta enfermedad se conoce precisamente con el nombre de
“enfermedad de Minamata” (Minamata desease), y sus efectos son:
- Afección al sistema inmunológico
- Alteración de los sistemas genéticos y enzimáticos
- Daños al sistema nervioso: coordinación, sentidos del tacto, gusto, y visión.
- Inducción de un desarrollo anormal de los embriones (teratogénesis); los embriones son 5 a 10 veces más sensibles a los efectos del mercurio que un ser adulto.
Bioamplificación de las concentraciones de
mercurio en el medio acuático.
En lo
que se refiere al segundo aspecto (exposición),
esta puede ser muy variada:
-
Inhalación de aire contaminado con mercurio
metálico gaseoso.
-
Ingesta de aguas contaminadas por mercurio, ya sea
disuelto o particulado. El mercurio disuelto es mucho más
problemático, ya que para encontrarse en esta forma debe estar en forma
de compuestos solubles, siendo los más comunes los complejos clorados
(de elevada toxicidad), y los complejos orgánicos, entre los cuales se
encuentra el metilmercurio. El particulado suelen ser formas cristalinas en
suspensión o ligadas a arcillas por fenómenos de sorción.
En cada caso se pueden plantear diferentes problemas, en función de la
mayor o menor biodisponibilidad de las especies concretas presentes en las
partículas.
-
Manipulación de compuestos mercuriales. Algunos
son capaces de atravesar la piel, como el metilmercurio, pero en la mayor parte
de los casos la toxicidad por esta vía es muy limitada.
-
Ingesta de alimentos con ciertos contenidos en el
metal, en alguna de sus formas. La presencia de metilmercurio en peces, y en
mucho menor medida en la leche, son los mayores factores de riesgo en este tipo
de exposición.
En
lo que se refiere a los factores
geoquímicos y ecológicos, el cinabrio de origen minero,
aunque es una forma relativamente estable de mercurio, puede también
sufrir transformaciones que resultan en especiaciones indeseables. Así,
en medio ácido y oxidante tenemos:
HgS → S0 + Hg2+ + 2e-
Esta
reacción pone en solución al mercurio, que puede así
formar complejos con la materia orgánica, que implican una elevada
peligrosidad. No obstante, en un medio alcalino oxidante el mercurio
precipitará como óxido:
Hg + 2
OH- → HgO + H2O + 2e-
En
principio la especie oxidada parece una forma más o menos estable,
mientras el sistema mantenga la alcalinidad y condiciones oxidantes.
Por
otra parte, la principal fuente de contaminación con mercurio, en
relación con la actividad minera, viene de los gases emitidos por las
plantas de tratamiento de cinabrio, que se ha venido haciendo
sistemáticamente por tostación:
HgS + calor +O2 → Hg0(g)
+ SO2
Este
mercurio gaseoso se diluye en la atmósfera, de forma que solo se puede
considerar un factor de riesgo en lugares cerrados o muy próximos al
foco concreto de emisión. Si embargo, parte de este mercurio gaseoso
puede sufrir cambios que implican un aumento de su toxicidad. En concreto, el
ozono atmosférico puede convertir el mercurio metálico en
iónico:
Hg0 + (O3) → Hg2+
Este
mercurio iónico a su vez puede disolverse en el agua de lluvia, o
incluso en el vapor de agua atmosférico (niebla, por ejemplo), volviendo
al suelo en esta forma iónica, en lo que se denomina
“depositación húmeda” (wet deposition). También puede incorporarse a
partículas del aire, mediante fenómenos de sorción, y
volver al suelo mediante lo que se denomina “depositación
seca” (dry deposition).
Una
vez depositado en el suelo, caben dos posibilidades fundamentales:
-
La reacción fotolítica de Hg2+
a Hg0 (fotorreducción) en la superficie del suelo puede a su
vez contribuir de manera significativa a la reemisión de mercurio
gaseoso a la atmósfera. Aún cuando el mercurio en el suelo se
ligue a una matriz orgánica (ácidos fúlvicos y/o
húmicos), el elemento se verá sujeto a procesos de
fotorreducción, lo cual también contribuirá a la entrega
de mercurio gaseoso a la atmósfera.
-
La otra posibilidad es que la actividad bacteriana del
suelo trasforme estas especies inorgánicas en metilmercurio, que es,
como hemos visto, la más peligrosa de las especies conocidas de este
metal. Aunque la forma exacta en que se produce la metilación del
mercurio se desconoce, se sabe que en el proceso intervienen bacterias que
participan en el ciclo SO42- – S2-.
En
definitiva, y de acuerdo con estos datos, los riesgos actuales de
contaminación humana por mercurio se pueden resumir en dos:
-
La inhalación de vapores mercuriales en
ámbitos muy concretos, que si se produce durante largo tiempo, y/o con
concentraciones muy elevadas, da origen a la enfermedad denominada
hidrargirismo.
-
El consumo de pescado con altas concentraciones de
metilmercurio, que puede inducir la denominada “enfermedad de
Minamata”.
2.2.4.- Cadmio
Los
minerales de cadmio no se encuentran en concentraciones y cantidades
suficientes como para justificar una actividad minera específica por el
elemento. Entre los minerales de cadmio, la greenockita (CdS) es el más
común. Este mineral se encuentra casi siempre asociado con la esfalerita
(ZnS). De esta manera, el cadmio se recupera principalmente como un subproducto
de la minería, fundición, y refino del zinc, y en menor grado de
la del plomo y cobre. En promedio se recuperan unos 3 Kg. de cadmio por
tonelada de zinc.
Debido
a su toxicidad, el cadmio se encuentra sujeto a una de las legislaciones
más severas en términos ambientales y de salud humana. En la vida
acuática, el cadmio puede incorporarse a los peces a través de
dos rutas principales:
-
Ingestión
-
Introducción en las agallas.
El
cadmio así adquirido se acumula en el hígado, riñones, y
en el tracto gastrointestinal. Sus efectos sobre los organismos
acuáticos son los siguientes:
-
Problemas en las agallas y riñones.
-
Pobre mineralización de los huesos.
-
Anemia.
-
Crecimiento retardado.
-
Anormalidades del desarrollo y comportamiento.
En
el caso de los humanos, el cadmio se puede adquirir por dos vías:
ingestión e inhalación. Sus efectos pueden ser divididos en dos
categorías:
-
Agudos: fiebre de vapores de metal (metal
fume fever) causada por una exposición severa; los síntomas
son equivalentes a los de la gripe; en 24 horas se desarrolla generalmente un
edema pulmonar agudo, el que alcanza su máximo en 3 días; si no
sobreviene la muerte por asfixia, el problema puede resolverse en una semana.
-
Crónicos: la consecuencia más
seria del envenenamiento prolongado por cadmio es el cáncer. Los efectos
crónicos que primero se observan son daño en los riñones.
Se piensa que el cadmio es también el causante de enfisemas pulmonares y
enfermedades de los huesos (osteomalacia y osteoporosis). Los problemas
óseos han sido observados en Japón (recordar también el
problema con metilmercurio; Incidente Minamata), donde se les denominó
como la enfermedad "itai-itai" (por consumo de arroz
contaminado con cadmio; causa: irrigación). Otros problemas incluyen
anemia, decoloración de los dientes, y pérdida del sentido del
olfato (anosmia).
Libros:
Krauskopf, K.B. & Bird, D.K.
1995. Introduction to
Geochemistry. MacGraw-Hill, NY. 647 pg.
Scheiner, B.J.; Doyle, F.M. & Kawatra, S.K. (Editores). 1989.
Biotechnology in minerals and metal processing. Society of Mining Engineers
Inc., Littleton (CO), USA. 209 pg.
Selinus, O.; Alloway, B.; Centeno,
J.A., Finkerlman, R.B.; Fuge, R.; Lindh, U.; Smedley, P. (Editores). 2005.
Essentials of medical geology. Impacts of the Natural Environment on Public
Health. Elsevier Academic Press, Amsterdam. 812 pg.
No hay comentarios:
Publicar un comentario